destinos y sabores | Edición #76
“Raíces y alas. Pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen”, Juan Ramón Jiménez. Diario de un poeta recién casado. Madrid, 17 de enero de 1916.
¿De qué hablan los finales de cuentos infantiles cuando dicen que “vivieron felices por siempre”? ¿Cómo es que habrán vivido esos personajes? Y, sobre todo, ¿cómo lograron el bienestar en sus vidas de cuento? Los seres humanos somos los únicos animales capaces de aumentar nuestro sufrimiento, pero también de potenciar nuestro bienestar. La felicidad no suele aparecer por arte de magia, en general hay que buscarla, creer en nuestros sueños y pelear por ellos. “Con Nico soñábamos con seguir formándonos en el exterior, entonces apostamos todos nuestros ahorros y pusimos el mayor esfuerzo en ello. Estábamos recién casados, solos y lejos, pero teníamos mucha ilusión. Por supuesto que extrañábamos a la familia y a los amigos, creíamos que íbamos a volver. Pero descubrimos un país que nos movilizó y nos aventuramos todavía con más fuerza a hacer nuestra vida aquí, conscientes que nuestros afectos seguirían en nosotros, pero que físicamente estarían a miles de kilómetros”, me dice Pía con la emoción estallando en su garganta.
Pía nació en Rafaela, donde vivió hasta los 18 años, hija de papá Aldo, bioquímico, y mamá Estela Castellano, farmacéutica. “Viví en varias casas, pero la mayor parte del tiempo en barrio Alberdi, a media cuadra de Atlético, un club que tiene mucha relación con mi familia. Jugaba al tenis y mi hermano German al basquetbol. Fui a la escuela Normal hasta tercer año del secundario, pero entonces hubo un paro muy largo y decidí cambiarme al Colegio San José. Fue como un shock, significó un cambio importante a mi edad, dejaba a mis compañeros y a mi escuela de siempre, la que estaba a pasos de mi casa, pero en definitiva me permitió ampliar mi grupo de amigos. Fue una infancia muy linda, en Rafaela había mucha seguridad y eso nos permitía movernos con libertad y en bicicleta, no dependíamos demasiado de que los padres nos lleven a tal o cual lugar. Disfruté mucho de ese tiempo. Donde vivo ahora es muy parecido a lo que era Rafaela en esos años, y mis hijos disfrutan mucho de eso”
El apellido Gribaudo está muy ligado a la bioquímica, sin embargo elegiste otro camino…
“Nadie me impuso nada, siempre me dieron libertad para elegir lo que me gustaba, y a mi desde siempre me atrajeron los números, las matemáticas. Y no me equivoqué porque soy feliz haciendo lo que hago. En lo que si seguí a mis padres fue en tomar la decisión de estudiar en Córdoba, donde ellos lo hicieron y la pasaron muy bien. A mí me ocurrió lo mismo. Me recibí de contadora pública nacional en la Universidad Nacional y rápidamente quedé efectiva en Aguas Cordobesas, en donde hice pasantías mientras cursaba”.
¿Te casaste en ese tiempo?
“Si, a los tres meses de recibirme. Con Nico Bruno, que también es de Rafaela, éramos novios desde que estábamos en la secundaria. Él se recibió de Licenciado en Computación, también en Córdoba, casi al mismo tiempo que yo. Trabajamos durante un año ahorrando todo el dinero que podíamos, y nos fuimos a Nueva York a hacer un postgrado. Nico aplicó a una Universidad, así que eso era muy bueno ya que no solo no tenía que pagar sus estudios sino que además cobraba un pequeño sueldo. Yo le di prioridad a estudiar inglés y otras cosas. Y pagamos un semestre de mis estudios, lo que nos llevó prácticamente todos nuestros ahorros, pero tuve la suerte de conseguir trabajo en mi universidad como asistente de varios profesores, ayudándolos a preparar las clases y realizando algunos trabajos de investigación. Eso cancelaba lo que debía pagar para estudiar, que en Estados Unidos es muy costoso. Así que vivíamos muy ajustados con lo que ganaba mi marido. Fue un tiempo de mucho aprendizaje, en lo profesional y en lo humano. Y sobre todo de mucha felicidad, porque ambos sentíamos que estábamos en el camino correcto”.
¿Cuánto tiempo fue así?
“En total fueron tres años. El doctorado en realidad es de cuatro, y yo hice un Master. En el verano Nico hizo una pasantía de tres meses en Microsoft. Cosa que repitió en los otros veranos y fue de gran ayuda económica. Al finalizar el tercer año, justo cuando yo terminé lo mío, le ofrecieron trabajar en Microsoft, en Redmond, y hacer el cuarto año del doctorado desde allí. Entonces nos fuimos de Nueva York”
¿Nunca tuvieron problemas de residencia?
“No. Siete meses después del nacimiento de mi primer hijo salieron las Green Card, que es el documento de identidad para residentes permanentes en los Estados Unidos que no posean la nacionalidad estadounidense. Esa tarjeta te da derecho a residir y trabajar en el país”
¿Siempre trabajaste en Microsoft?
“Empecé en la empresa, pero al poco tiempo me surgió una posibilidad de trabajo en Seattle, en algo que era más afín a lo que había estudiado en Nueva York, así que me cambié. Para aclararlo. Redmond, que es donde está la central de Microsoft, está pegado a Bellevue, que es donde vivimos, y a Seattle, que está también muy cerquita, cruzando un puente sobre el lago Washington. Cuando nació mi segundo hijo me tomé un año para estar con los dos y Nico. Cuando decidí volver a trabajar, entre otra vez en Microsoft. De eso hace catorce años y ya no cambié”
Cuando hablaste del cambio de escuela secundaria dijiste que fue un shock. Después tuviste otros dos, cuando te fuiste a Córdoba y luego a Nueva York. ¿Cómo fueron esos?
“Los dos fueron importantes, pero ambos estuvieron planeados y pensando que regresaríamos. Después, uno va cambiando. El momento más conmovedor que recuerdo fue cuando mi mamá se volvió después de visitarnos la primera vez. Nosotros llegamos a Estados Unidos en agosto de 1999 y en noviembre vino ella. En ese momento le dije que si nos iba bien, nos quedaríamos a vivir allí. Escucharme y verla a ella fue un shock, porque era todo tan vertiginoso y emocionante para nosotros que no había pensado lo que dejaba atrás, y en verdad era mucho. . Y cuando se fue, ufff…, pero siempre estuvimos en contacto, solo en este tiempo quedamos varios meses sin visitarnos por la pandemia. Los otros años íbamos nosotros a Argentina y la familia de mi marido y la mía venían para acá. Además tenemos muchas posibilidades de vernos por los medios de comunicación. Es emotivo hablar de estos temas, porque lo nuestro aquí siempre fue hermoso, pero es duro tener lejos tantos afectos”
Y hablando de shocks, ¿Qué pasó cuando nacieron tus hijos?
“El primer parto fue muy lindo porque mis padres estaban aquí y me ayudaron mucho, me enseñaron, ¡el problema fue que se fueron a los veinte días! Mi segundo parto, dos años más tarde, se adelantó veinte días, así que mi mamá llegó una semana después del nacimiento. Pero fue muy importante porque mi otro hijo era muy chiquito y había que cuidar a ambos. Tanto con Tomi como con Lucas, apenas cumplieron los cinco meses, viajamos a Argentina. Y fuimos de vacaciones todos juntos, fue muy lindo. Cuando ellos vienen aquí o nosotros vamos a Rafaela, vivimos todos en la misma casa, así que siempre hemos tenido una relación muy estrecha y fluida a pesar de la distancia”
¿En algún momento se plantearon la posibilidad de un regreso?
“Creo que a poco de llegar sentimos que estábamos en el lugar donde queríamos vivir. A pesar de extrañar nuestras familias y los afectos y de tener claro que nuestras raíces están allá. Nuestros hijos son americanos, nosotros somos ya ciudadanos americanos, tenemos nuestra vida de veinte años armada aquí. Cuando llegó al aeropuerto de Seattle, siento que llegué a casa, me gusta el orden que hay, como funciona la justicia y como, en general, la gente puede pensar en progresar, en hacer cosas nuevas porque hay un sistema que funciona muy bien. Y también tenemos un grupo de amigos muy lindo, donde hay incluso varios argentinos”
¿Cómo es la ciudad donde vivís?
“El paisaje es parecido al sur de Argentina, con lagos, montañas, muchos pinos, tenemos un verano hermoso. Es muy lluvioso, entonces todo se ve siempre muy verde, pero hay que adaptarse a convivir con la bruma y el agua. Bellevue tiene 140.000 habitantes, pero como está muy cerca de Redmond, la sede de Microsoft, y de Seattle, es la sede de muchas empresas y tiene un centro muy lindo. Pero si queres ver una gran ciudad, en 15 minutos te metes en Seattle que ocho veces más grande”.
¿Cómo imaginas tu vida en adelante?
“Espero que mis hijos elijan lo mejor para ellos, hemos aprendido de lo que nos enseñaron nuestros padres, que nos respaldaron y dieron libertad, y seguramente que con Nico vamos a actuar de la misma manera. Tratamos de darles alas pero que tengan claro dónde están sus raíces”
OSCAR A MARTINEZ
21/04/2.021