LA HORA ROTA

La artista rafaelina se ha ganado un lugar central en la consideración de los referentes del arte contemporáneo argentino. En medio del vértigo de sus proyectos, sus obras proponen un tiempo para despertar las emociones.

arte y cultura | Edición #56

“Soy artista contemporánea. Pertenezco a esta época y estoy influenciada por la estética del momento, pero también por el pasado”, me dice Clara Esborraz, que nació en 1991 en Rafaela, la ciudad que adoptó a sus padres. “Mi mamá se llama Griselda y nació en Salto, provincia de Buenos Aires, y mi papá se llama Marcelo y es de Angélica, y se conocieron en Rosario, donde ambos estudiaron. Y después, cuando debieron decidir dónde hacer su vida, eligieron Rafaela. Tengo dos hermanos, Rocío e Ignacio”.

Rocío es psicóloga, pero Ignacio es músico y vos artista plástica.  ¿Esto es por influencia familiar o solo coincidencia?

“Me parece que tiene más que ver con la casualidad. A mis padres les gusta mucho leer o ver cine, pero no tienen una relación especial con las artes. Igualmente siempre nos han apoyado para que los tres hagamos lo que nos gusta”

¿Nunca hubo frases como “mejor estudien algo que les asegure una buena salida laboral”, o cosas así?

“Y, digamos que sí, Bellas Artes no es una de las carreras más convencionales. Por eso, cuando me fui a estudiar a Rosario, elegí arquitectura. De hecho me gustó mucho en los primeros años, por el dibujo y la generación de ideas y formas como un entrenamiento constante, además de permitirme conocer mucha gente, generar vínculos y trabajar en equipo. Pero a medida que fue pasando el tiempo me di cuenta que no quería eso para mí, que me encantaba dibujar para crear ideas pero que no me interesaba desarrollarlas para terminar en una construcción, que lo que me gustaba era más deforme. Entonces decidí pasarme a Bellas Artes. Pero hubo un camino previo que me llevó a eso, ya había estudiado varios años pintura y dibujo con Lili Giraudo en Rafaela y en Rosario mientras estudiaba arquitectura había tomado clases de color con Emilio Ghilioni. 

¿Desde cuándo lo supiste?

“Siempre me atrajo dibujar. De chica estaba todo el día con lápices, miraba dibujos animados y los copiaba. Después me volqué a las manualidades y seguí con la historia del arte y toda esa cuestión más académica. Siempre me pareció una buena posibilidad para vincularme con otras personas, eso de hacer algo y regalarlo me gustaba mucho”

Su voz suena como un reflejo de su nombre, tiene ese timbre cristalino que distingue a las jóvenes con ángel. Y no lo sobreactúa ni se esfuerza por parecer agradable. Más bien su pasión por explicar lo que quiere transmitir a través de sus obras hace que invariablemente, quién la escucha busque esas imágenes con voracidad. Y quiera que no se calle, que dibuje su aldea con palabras.

¿Cómo es el camino que te trajo a esta realidad donde el dibujo gana el centro de la escena? 

“La Facultad de Rosario tiene una impronta muy fuerte de arte contemporáneo, entonces cuando arranqué sentí que lo que yo venía haciendo estaba obsoleto y me volqué a indagar y experimentar otros medios, pero con el tiempo volví a la pintura y después, al dibujo. Porque justamente ese ir y venir es propio también del arte contemporáneo”. 

Y en una de esas vueltas aparece la birome…

“Venía pintando con óleo y aguarrás sobre distintas superficies, con esa serie hice una exposición que fue muy importante para mí, en el Museo Municipal de Arte de Rafaela "Dr. Urbano Poggi". Estaba experimentando la resistencia de los papeles a la pintura y a la incidencia de mi cuerpo. Entonces, en un momento tomé una tira de papel de 15 metros y la fui llenando de líneas de birome negra hasta cubrirla completamente. El papel se fue rompiendo y se generó algo que me gustó mucho, y que estaba hecho con elementos muy rústicos como papeles y biromes, pero que a su vez tenía un resultado suntuoso y elegante, ya que el papel se había vuelto de un color metálico. Me gustó lo que vi y empecé a darle mucho mas uso, y pase a dibujar elementos figurativos. Creo que fui llevando todo a un extremo y en eso construyendo un lenguaje”

¿Sigue siendo el centro de tu obra?

“Lo que viene por delante es mucho más amplio. La birome fue un elemento que me sirvió en un momento. Me gusta elegir algo y llevarlo al extremo, experimentar las posibilidades que tiene una sola herramienta o combinarla hasta agotarla. Ahora estoy haciendo dibujos con lápiz e indagando un poco en el universo de la animación, me interesa también el espacio y probar formas en las que se pueden relacionar los dibujos entre sí”

¿Qué incidencia tiene el color en tus obras?

“Durante mucho tiempo trabajé en blanco y negro. El color en mis obras aparece de manera más fuerte en mi última muestra, “La hora rota”, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, un conjunto de  obras hechas con la paleta clásica de Bic: rojo, negro, verde y azul, y usé el color en las paredes también. Es algo que aparece cuando lo creo necesario, pero que no me condiciona aunque si me divierte”

¿Cómo analizas lo que viviste con La hora rota?

“Es algo que comenzó en diciembre del año pasado. Me fui a pasar las fiestas a Rafaela en un momento de mucha crisis en el país, que yo veía fuertemente en Buenos Aires, donde vivo. Y empecé a dibujar a los objetos llorando, por ejemplo dos botellas de champagne llorando, una caja de regalo sosteniendo a otra que también llora, un paisaje llorando, y así. La crisis como un estado que iba afectando toda nuestra cotidianeidad, incluso a los objetos que nos rodean. A finales de enero llegó la invitación para hacer una muestra individual en el Museo y entonces decidí seguir con esta serie, sumando elementos en estado de crisis, y buscando otras cosas que pudieran salir de un cuerpo más allá de un llanto, por ejemplo una gota de sudor. Hay cuestiones que tienen que ver con ese momento del año: el verano, el calor, el malestar, la transpiración, el agua y el paisaje. Llevar a cabo ese proyecto en el Museo fue una experiencia interesante porque es un museo público al cual tienen acceso muchas personas y porque pude trabajar en equipo con profesionales de distintas áreas, además de contar con recursos para llevar a cabo el proyecto.  

¿Qué cosas son las que le dan vida a tus obras?

“Generalmente son cosas que me pasan, mi cotidianeidad, a veces son cosas sociales y otras meramente personales, es un ir y venir. En este momento me interpela muchísimo el transfeminismo y es algo que creo aparece en las imágenes que estoy produciendo. Además creo que es algo que actualmente nos está interpelando como sociedad. Por otro lado, también está la historia del arte y la historia de las imágenes, algo que me fascina. Me refiero a ver obras de otros e intentar descifrar cómo llegaron a esos lugares y sus respectivos contextos sociales y políticos. En este sentido también aparecen las imágenes propias como un lugar de exploración. En cuanto a las herramientas y materialidades, me atrae hacer con muy poco, de ahí el uso de la birome, materiales que tengan cierta accesibilidad, austeridad,  estoy atenta a estos encuentros y combinaciones. En definitiva, cada obra generalmente nace de una sumatoria de cosas”

¿Cómo sigue tu vida?

“En pocos días me voy por todo el mes de septiembre a México DF, ya que me dieron una beca de la Colección Alec Oxenford para hacer una investigación de campo. Es algo que me tiene muy entusiasmada ya que México aparece como un lugar ideal para conocer e investigar por lo que ofrece su historia y su actualidad culturalmente. En octubre vuelvo para participar de la Bienal de Rafaela, y en noviembre estaré participando con un proyecto en el Salón Nacional de Rosario, además de inaugurar una muestra individual en la galería que me representa, PIEDRAS, que queda ubicada en el barrio de Once en Buenos Aires. Hay mucho por delante”


Clara Esborraz es Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Nacional de Rosario. En 2015 fue becada por el Fondo Nacional de las Artes para realizar el taller “La Basurita”, en 2017 recibió el apoyo de la Municipalidad de Rosario para realizar el Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella y en 2018 formó parte de la residencia URRA Tigre. Participó en diversas muestras individuales y colectivas siendo las más recientes: La hora rota, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2019); Concurso de Artes Visuales 2018 del FNA, Casa Nacional del Bicentenario; Geometría Pueblo Nuevo, PIEDRAS (2018); 72° Salón Nacional de Rosario, Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (2018); Premio Itaú a las Artes Visuales, Casa Nacional del Bicentenario (2018); Dibujo para hablar más lento, Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (2018); Supersimétrica, Matadero, Madrid (2018), y La Torpeza Emocional: Ensayo I, Piedras (2017), entre otras.

 Recientemente fue seleccionada en la “Convocatoria Latinoamericana de Historieta Trans” (Editorial Municipal de Rosario) para publicar su serie “Felices 27 vidas con sus respectivas muertes” en una antología, junto a otras 22 obras y recibió el Premio Estimulo en el Concurso de Artes Visuales 2018 del Fondo Nacional de las Artes.

 Es cofundadora, junto a M Virginia Molinari, del proyecto editorial independiente “Fuerza y Posibilidad Ediciones”, que desde 2014 realiza publicaciones experimentales, tanto colectivas como de autor.