“Si bien en mi familia no había nadie que se relacione con el arte, y mucho menos con la pintura, yo tenía esa semillita mía para cultivar” expresa Florencia Laorden en una reflexión retrospectiva. La artista plástica rafaelina se formó en la Licenciatura de Bellas Artes en la Universidad Nacional de Rosario, en donde transitó la escena cultural rosarina; “volvería a elegirlo y a hacer exactamente el mismo caminito, volvería a transitar la carrera, los espacios y personas que conocí, y sobre todo a darle un lugar en mi vida a la pintura” asegura.
“Desde que era chica le di un espacio a dibujar y a pintar; fui al liceo y a muchos talleres, entre ellos uno era de Lili Giraudo, quien me presentó, mediante libros, a artistas rosarinos en una época en donde ella viajaba a tomar clases con Emilio Ghilioni, quien también fue profesor mío en la facultad, ella misma pintaba, hacía muestras y yo las admiraba, recuerdo que quedaba impactada. Entonces a la hora de elegir una carrera lo vi como algo natural, jamás evalué otra cosa. Mis padres me apoyaron porque vieron mucha convicción en mí, y siempre tuve vínculo con la pintura”.
Como un valor agregado y para destacar, Laorden reflexiona que “es muy valioso dedicarle tiempo de tu vida a algo que te guste hacer, sumándole que alguien al ver tu pintura o tu trabajo se conmueva”. El día a día en el taller le deja a Florencia un increíble intercambio de aprendizajes y enseñanzas muy ricas en conocimientos y experiencias, dado que ver de cerca los procesos creativos de sus alumnos, la forma en que ellos naturaliza el arte y el espacio de taller como parte de sus vidas, es algo que le da una inmensa satisfacción y felicidad.
Hoy en día la artista se encuentra trabajando en una serie de pinturas que se iban a exponer este año, pero teniendo en cuenta el contexto actual se realizará la muestra más adelante, asimismo aseguró que sigue trabajando en ellas.
Tiene su taller de dibujo y pintura, y desempeña su rol de artista en BOU, un espacio creativo interdisciplinario, el cual inició junto a Silvina y Pablo Botteri, quienes tienen su agencia diseño y comunicación; en donde, además, Guillermina Eguiazu ejerce su profesión de arquitecta en su estudio.
Por otro lado, sus pinturas pueden admirarse en Espacio Lava, con quienes también concretó diversos proyectos artísticos.
¿En qué espacios o de qué forma encontrás inspiración y creatividad?
Lo que llamamos inspiración yo la encuentro trabajando, cuanto más pinto más entusiasmada me siento para trabajar. Hay días y días, a veces tengo que aplicar ejercicios de desbloqueo; generalmente observo la naturaleza, colores y texturas, y cómo el sol influye en ello. Cuando necesito un disparador recurro a ellas. Esto se vio muy reflejado en una serie de producción propia que se llamó “Los días”, la cual realicé luego de tener a mi hija Olivia, y se relacionó con detenerme en los procesos de esos momentos, qué observaba todos los días, cómo transitaba los cambios en la vida, la naturaleza y la pintura misma. Todas las pinturas que surgieron de esta serie tenían que ver con formas que yo veía desde mi ventana y desde lo cotidiano era las formas esos días. También recurro mucho a la historia del arte, a la pintura misma, eso me genera inspiración y me entusiasma. Voy a muestras, miro libros, veo dibujantes u otros trabajando.
¿Cómo se realiza la elección de la técnica a trabajar?
No es al azar la elección del material para trabajar. Cada técnica tiene sus tiempos y sus procesos. Tiene que ver con la personalidad de cada uno, con la etapa o el momento que está atravesando, por ejemplo, el óleo es un material de preparación y secado más lento. Hoy en día trabajo con óleos y acuarelas. Muchas veces trabajo de forma más experimental, por ejemplo, óleo sobre cartón o papeles.
¿De qué forma te reinventaste en este contexto de pandemia?
Traslade el taller a mi casa, y al principio, al no poder salir disponía de un tiempo ilimitado, así que pinte mucho más que antes. Dictaba las clases por zoom, lo que fue un desafío porque yo estaba acostumbrada a trabajar de un modo personalizado, así que repensé qué tipo de experiencia quería ofrecerles a mis alumnos. Las clases se reinventaron y surgió un modo distinto de conectar con las actividades del taller. Nuevamente el proceso de aprendizaje-enseñanza fue recíproco porque ellos también se adaptaron a este nuevo modo.
La pintura te da la posibilidad de percibir la infinitud. En un momento donde los límites de la casa te hacen sentir con la libertad restringida, el arte me brindó un espacio infinito, para hacer, pensar, reflexionar, transitar, y valoro mucho este espacio.