deportes | Edición #84
“Que merezcas algo, no significa que te lo vayan a dar. Debes luchar por tus sueños y hacerlos realidad. A veces tienes que tomar lo que es tuyo”, dice el entrenador de basquetbol Ken Carter (Samuel L. Jackson) en la película Juego de honor, EEUU 2005.
Facundo llegó a su casa de Paraná, se sentó frente a papá Osvaldo, mamá Marta y su hermana María Marta, y les dijo que dejaba de estudiar, que esos seis meses en Rosario cursando ingeniería lo tenían agobiado, que extrañaba el basquetbol, trabajar dentro de una cancha, entrenar. Les dijo que apenas regresó fue a Echagüe, que se lo contó a Orlando Butta, presidente del club, y que este inmediatamente le propuso ser el ayudante de Miguel Vólcan Sánchez en el equipo de Liga. Es posible que en el final les haya dicho que se trataba de comenzar a hacer realidad su sueño, ser entrenador. Entonces la respuesta fue la esperada, porque todos entendieron que, a los 18 años, volvía a su eterno amor. Desde ese día vive inmerso en el vertiginoso y trashumante mundo del basquetbol profesional.
Facundo nació en la capital de Entre Ríos en 1973 y a los cuatro años el patio de su casa era Echagüe, donde su padre era directivo. Pasó por todas las categorías hasta que a los 13 comenzó a entrenar a los más chiquitos como Monitor. “Y a los 17 años, cuando dirigía los U15, me di cuenta de que era tiempo de elegir. No jugaba bien, tenía claro que me iba a costar mucho ser parte del equipo de elite, y me encantaba dirigir, nunca me perdía los entrenamientos del equipo de Liga, me fijaba en lo que hacía el entrenador, así que el siguiente paso no fue difícil de dar”.
El tiempo como asistente de Vólcan Sánchez fue su primera gran experiencia, y cuando este se fue, se hizo cargo interinamente del primer equipo. En 1999 salió por primera vez de Paraná para trabajar con Pablo Coleffi en Andino de La Rioja. Luego fue a Quilmes de Mar del Plata con el Huevo Sánchez, hasta que Guillermo Narvarte le propuso trabajar con él aquí, en Ben Hur. “Se veía que Guillermo y el club iban hacia arriba, parecía que nada podía impedir ese crecimiento. A nivel nacional se hablaba mucho de Ben Hur, que llegaba con estadio nuevo, con una organización excelente, creciendo también en resultados. Para mi venir a Rafaela fue un paso muy importante. Estuve dos años con Guillermo y luego tres con Julio Lamas, que lo reemplazó. Fue una etapa de crecimiento personal para mí. En Echague nací y aquí me consolidé, hablando no solo de basquetbol. Además conocí a Laura, mi mujer, y tengo hijos rafaelinos: Valentino, que tiene 18 años, Dentina, de 13, y Fausto, de 9, así que esta ciudad es tan importante para mí como lo es Paraná”
¿Qué significó Lamas en tu carrera?
“Julio es un gran entrenador, un líder formidable y una persona muy generosa, todo eso lo convierte en uno de los mejores de la historia de Argentina. Tuve mucha suerte, porque mi contrato terminaba con el de Guillermo y cuando llegó Julio, que venía de dirigir al Real Madrid, entendió que mantener a alguien que ya estaba en el club y conocía la Liga Nacional le iba a servir de apoyo, y pidió que me quedara. Creo que se sintió bien conmigo porque luego me llevó como su ayudante cuando fue a dirigir la selección nacional y terminó abriéndome la puerta de Japón”
Facundo se hizo cargo de Ben Hur tras la salida de Lamas, “siento que ese realmente fue mi debut como entrenador principal”. Luego trabajó en Boca, Santiago del Estero, Libertad de Sunchales e Instituto de Córdoba, donde logró conformar un equipo inolvidable, hasta desembargar en San Lorenzo. Allí logró un equipo ganador, pero al máximo dirigente no le gustaba como jugaba. “Mi relación con Marcelo Tinelli, fue muy buena, muy profesional. Me convenció para dejar Instituto, porque me ofreció dos años de contrato al frente de un club muy importante. Dirigí al equipo en un amistoso contra Cleveland Cavaliers de la NBA en la fiesta de presentación de su nuevo estadio y estábamos al frente en todos los torneos que jugábamos. Pero no era un conjunto deslumbrante. Hay equipos que funcionan en diez días, como me pasó con Instituto, pero en la mayoría de los casos hace falta tiempo. Estábamos en construcción y me tuve que ir”
Facundo Müller está sentado frente a mí, treinta años más tarde que aquella vez que anunció que pelearía por su sueño, disfrutando del paisaje mientras escala su montaña. No tiene las formas de esos hombres que al costado del campo de juego caminan al borde del estallido emocional. Tiene la mirada clara y franca, el cabello siempre saltando sobre su frente y los modos suaves de quién tiene la calma interior. Es el mismo que conocí apenas llegó a Rafaela. Entonces ya era así de bueno, solo necesitaba reafirmarlo.
“El basquetbol también es una escuela de vida. Cada hecho positivo o negativo me han ido marcando. Por ejemplo, cuando estuve 10 meses sin trabajo y en plena pandemia, algo a lo que no estaba acostumbrado. Fue muy difícil. Me pasó cuando salí de Andino de La Rioja y de Ben Hur. Hay días que ves todo negro, que te planteas si de verdad sos bueno, si servís o no, si te van a volver a llamar de algún club, que vas a hacer si el teléfono no suena. Y está la familia detrás, te sentís responsable de ellos. Lamentablemente no tenemos asistencia para esos casos, sería muy bueno que haya una contención para los que pasan por esta situación. Hay casos de entrenadores que quedaron en el camino, que buscaron otra cosa. Debería ser un tiempo útil para prepararse, para estudiar y mejorar, pero no es sencillo porque lo económico juega un papel importante, el dinero se va, la prensa no te llama como antes, te empezás a quedar más solo y la preocupación es cada vez mayor. Yo me apoyé en mi familia, mi señora fue muy importante. Y siempre creí en mí, siempre”
Y un día Julio Lamas volvió a ser determinante en su vida. “El acordó dirigir la selección de Japón, pero en la fecha que debía llegar al país todavía estaba entrenando en Argentina. Necesitaba que alguien lo reemplace por un mes y me ofreció que lo haga yo. Justo había salido de Libertad de Sunchales. Hicimos un programa juntos y me fui”. Lo que seguramente no imaginaba era que ese tiempo cambiaría su vida.
“Cuando llegué me encontré con un traductor que fue clave. Sin dudas que lo más difícil es entender al jugador japonés y que ellos comprendan claramente lo que les quiero decir. Eso me ocurre aún ahora, después de todo este tiempo. Permanentemente estoy buscando herramientas que hagan más fluido este proceso de entendimiento mutuo. Estaba muy enfocado en hacer bien las cosas, era la selección de Japón y ocupaba el lugar de Lamas, con todo lo que eso significa. Y además, en esos días me contacto Instituto y arregle para dirigirlo a mi regreso. Evidentemente deje una buena impresión porque un año después tuve una propuesta para dirigir en esa Liga, pero le dije que no porque estaba en Córdoba. Cuando me volvieron a llamar me había quedado sin trabajo y la tomé”.
¿Decidiste aceptar porque estabas sin club?
“Lo hice por una suma de cosas. La Liga de Japón tiene solo seis años y crece a cada paso, siempre es mejor. El poderío económico del país y la mentalidad de la gente la hace muy seductora, por eso cada temporada suma jugadores de primer nivel de Europa y entonces los basquetbolistas locales también mejoran, al punto que ya hay jugadores japoneses en la NBA. Julio hizo un gran trabajo en el seleccionado, entonces volvieron a jugar un Juego Olímpico y un Mundial después de muchos años. Es un país ideal para estar si uno buscar crecer, por eso me siento feliz de ser parte”.
Shizuoka, a unos 145 km. al suroeste de Tokio, es el hogar del monte Fují, ese maravilloso volcán que es símbolo de Japón. La ciudad es la capital de la prefectura de Shizuoka, una soleada región situada en la costa del Pacífico, en el centro de la isla de Honshu. Es la zona con mejor calidad de vida de todo el archipiélago. Su paisaje está marcado por interminables campos de té que cubren las colinas y los montes de sus alrededores. Fundada el 1 de abril de 1889, tiene 716.328 habitantes en un área que abarca 1.411,77 km². Ese es el hogar de Facundo, un sitio de ensueño que seguramente podrá recorrer por fin con su familia en el inicio del 2023. “Ellos solo pudieron visitarme una vez, porque en pandemia Japón cerró sus fronteras y ya no las abrió. Un turista hoy no puede entrar, solo lo hacen los que, como yo, tienen contrato laboral y sus familiares. Por ejemplo, en los Juegos Olímpicos solo entraron los periodistas, y condicionados”.
¿Cómo es tu relación con el idioma?
“He aprendido palabras, pero aún no he estudiado porque me llevó mucho tiempo aprender todo lo concerniente al basquetbol de Japón y a la vida en general. Aprendí a comunicarme y a moverme en la ciudad sin problemas. Japón es un país que me sigue sorprendiendo, como es su gente, tan respetuosa y previsora, lo que es tecnológicamente, aprendo y disfruto de estar allí. Todo funciona, nada falla”
¿Vivirías allí?
“Mi familia no quiere vivir en Japón. Entonces no pienso en otro lugar para estar junto a ellos que en Argentina. Además la forma de pensar del japonés es muy diferente a la nuestra. Es un país maravilloso, pero este también lo es. Y es el nuestro. Estar lejos es difícil, pero es parte de esta profesión, es el precio a pagar cuando te va bien, y mi familia se ha adaptado, funcionamos. Me siento feliz. Estoy pleno”
OSCAR A MARTÍNEZ
13/09/2.022